De las doce o catorce que había recibido aquella tarde, tomaba D. Jesús una, la leía con atención cuidadosa, meditaba un rato sobre ella y luego la contestaba. Sucesivamente hacía lo mismo con las otras, alternando el leer y el escribir, hasta despachar la mitad del trabajo, quedándose la otra mitad para la mañana siguiente. He aquí una, tomada al azar del repleto archivo del arcón:
«Sr. D. Jesús Delgado. Muy señor mío de mi consideración más distinguida: Recibí su atenta, fecha 28 de Octubre, y me apresuro a contestarle que su admirable plan de la Educación Completa no es ni será comprendido por esta caterva rutinaria de la Dirección, incapaz de salir ¡oh!, de los antiguos moldes. (…)»