El siguiente, jueves 27 de agosto, fue una fecha célebre de aquel viaje subterráneo. No puedo acordarme de ello sin que el espanto haga aún palpitar mi corazón.
A partir de aquel momento, nuestra razón, nuestro juicio y nuestro ingenio dejaron de tener participación alguna en los acontecimientos, convirtiéndonos en meros juguetes de los fenómenos de la tierra.