El sabio le respondió de esta manera:
–La raza es una cosa, amigo mío, y el hogar otra; y sin éste, sin la familia, no puede producirse aquélla. ¡Ni quién soy yo para sacrificar a nadie! ¡La familia! ¡Si usted supiera cuántas dolorosas abdicaciones nos presenta la Historia! Todavía está muy apartado el ideal del individuo del ideal histórico. Entre el sacrificio de la familia y el mío, prefiero austeramente el mío; yo me entrego, me sacrifico yo, que además estoy jubilado desde el 20 de febrero. ¡Una iniquidad española! Y si no, fíjense en Ortells, el de Matemáticas, que sigue en su cátedra, y hace pocas noches lo recogieron de la calle, en calzoncillos, maquinando sobre los lados de no sé qué triángulo…