Al día siguiente, 12 de febrero, al despuntar el día, el Nautilus emergió a la superficie. Yo me precipité a la plataforma. A tres millas, al Sur, se dibujaba vagamente la silueta de Pelusa. Un torrente nos había llevado de un mar a otro. Pero ese túnel, de fácil descenso, debía ser impracticable en sentido opuesto.