–Amigo mío –continuó Morrel, viendo que el conde callaba–, me designasteis el 5 de octubre como término del plazo definitivamente convenido… Amigo mío, hoy es el 5 de octubre…
Y sacó el reloj.
–Son las nueve; todavía me quedan tres horas de vida.
–Sea –respondió el conde–, venid.
Morrel siguió maquinalmente al conde, y estaban ya en la gruta, sin que Maximiliano se hubiese dado cuenta de ello.