El día 9 de mayo de 1711, un tal James Welch bajó a mi camarote y me dijo que había recibido del capitán orden de desembarcarme. Discutí con él, pero en vano; ni siquiera quiso decirme quién era su nuevo capitán. Me forzó a entrar en la lancha, después de permitirme ponerme mi traje mejor, que estaba nuevo, y coger un atadijo de ropa blanca; pero no armas, salvo mi alfanje.