16 de Mayo. – ¡Con qué ganas de solaz honesto, de desconocidas emociones, entré esta noche en la sala de mi señor Don Serafín de Socobio! A mí acudieron gozosas Virginia y Valeria, con gorjeo de pajarillos, y no me abrazaron por respeto a sus papás. Yo sentí en mi alma una onda de frescura cuando las vi, y deploré que el respeto social no me permitiera cogerlas y sentarlas en mis rodillas, una a cada lado, y darles besos inocentes. Empezaron por acribillarme con dicterios graciosos y con bromas que no carecían de malicia y picor.