Florencio contemplaba la parte baja de la calle de Montorgueil. Allí era donde una partida de agentes de policía le había cogido, en la noche del 4 de Diciembre. Iba por el bulevar Montmartre, a cosa de las dos, andando despacito por medio de la muchedumbre, sonriendo al ver todos aquellos soldados que el Elíseo hacía pasear por el arroyo para hacer que le tomasen en serio, cuando los soldados barrieron las aceras, a tiro limpio, en un cuarto de hora.