Se pasaron así los días que faltaban y llegó la noche del 4 de julio, las ansiadas vísperas. Lita contó las marcas que había señalado en la baranda de su cama. Eran treinta justas, y su cuenta coincidía con la de Ramón. Besó a su papá, a su mamá, a sus hermanitos y hasta a miss Mary. Se hizo acostar muy temprano. Rezó largamente sus oraciones, pidiendo a la Virgen y a San José que velasen por su madrina… Y se durmió, mirando las tres colchas, que se había hecho poner junto a su camita.