Otra página blanca interrumpía de nuevo el diario bruscamente; y en la que seguía no había más que este escrito:
«¡Padre, padre mío, vive! ¡Vive para mí!…»
Y nada más. A Ferpierre le parecía oír el grito del desesperado ruego que desde la cabecera del padre agonizante, exhalaba el pecho de la hija amorosa. Pero en vano: en la página siguiente había un mechón de cabellos grises, sujeto por medio de dos cortes, en la hoja, y en el margen una fecha: 3 de junio de 1886.