La tempestad estalló en la jornada del 18 de mayo, precisamente cuando el Nautilus navegaba a la altura de Long Island, a algunas millas de los pasos de Nueva York. Puedo describir esta lucha de los elementos porque, por un capricho inexplicable, el capitán Nemo, en vez de evitarla en las profundidades, decidió afrontarla en la superficie.