–Ya que no seré de la partida –arguyó el bravo artillero–, lo menos que se me debe conceder es que habite el proyectil durante ocho días.
Hubiera sido injusta crueldad no acceder a su petición. Para complacerle se le proveyó de gran cantidad de clorato de potasa y potasa cáustica, con víveres para ocho días y el 12 de noviembre, se le encerraba dentro del proyectil.