6 de marzo. – Escribo esta noche sin otro objeto que consignar la trastada que me ha hecho mi jefe, el nuevo director de La Gaceta, a quien aquí saco a la vergüenza pública para que la Posteridad le vitupere y maldiga. Apenas tomó posesión el tal de su altísimo cargo, le enteró la envidia de que su antecesor me había dispensado de ir a la oficina, con excepción de los días de la sacra nómina, y al punto mandó un recadito a mi hermano ordenando que me presentase en mi puesto, pues había pendiente gran balumba de trabajo que exigía las inmediatas funciones de todo el personal de la dependencia.