El 7 de marzo de 1815, las damas estaban de retorno, desde la antevíspera, de un delicioso viajecito a Milán. Se paseaban por la hermosa avenida de plátanos, recientemente prolongada hasta la misma orilla del lago. Apareció una barca, procedente de la parte de Como, e hizo unas señales singulares. Un agente del marqués saltó al dique: Napoleón acababa de desembarcar en el Golfe-Juan.