Algo se desconcertó el viejo al verse privado del uso de aquella prenda, no de mucha valía, que Isidora le había regalado el 19 de marzo del año anterior. Pero como la voluntad de su ahijada era ley para él, no dijo más que lo siguiente:
«Déjamelo puesto, pues yo lo he de llevar… Darán diez y ocho o veinte. Recordarás que la otra vez…
–Ahora los cubiertos de plata.
–¿Los…?
–Sí –afirmó ella levantándose con expresión triunfante–. Creo que está vencida la situación por hoy. Pero la semana que entra…
–Dios dirá.