El 5 de marzo fue testigo de un fenómeno particular de aquella latitud. El cielo estaba perfectamente sereno y tachonado de estrellas, y, sin embargo, nevó abundantemente sin que hubiese la menor apariencia de nube. Las constelaciones resplandecían entre los copos que caían en el campo de hielo con una elegante regularidad. La nevada duró aproximadamente dos horas, y cesó antes de que el doctor pudiese explicársela satisfactoriamente.