–En efecto–balbuceó haciendo un esfuerzo,–aquí está también la firma de… ese caballero.
Se calló, mirando atontada el papel, que conservaba en su mano temblorosa; don Raimundo, apoyado en el bastón, la chistera sobre las rodillas, esperaba. Y viendo que misia Casilda no daba muestras de aflojar los monises, el portugués se alarmó. ¿El señor Vargas no había dejado nada para él? porque estaban a 24 de junio, término de la prórroga; si el pagaré no lo saldaba el señor Vargas, en cumplimiento de su compromiso, se vería él en la dura necesidad de presentárselo al fiador, a Esteven.