Muy desagradablemente recuerdo el día de su cumpleaños, el 10 de enero. Por la mañana, temprano, recibió una carta de madame de Trèves con una canastilla de camelias, azaleas, orquídeas y lirios del valle. Y fue aquel delicado rasgo lo que le recordó la fecha notable. Sopló sobre los pétalos el humo del cigarro y murmuró, con una risa lenta de escarnio:
–¿Entonces hace treinta y cuatro años que ando metido en esta tabarra?