«(…) Los que suscriben, Excelentísimo Señor, esperan que usted, con la modestia del verdadero mérito, aceptará esta humildísima prueba del respeto, de la consideración, del entusiasmo de sus compañeros de casa, y si tal honra merecen, tendrán por feliz y gloriosa entre todas las noches, la noche del 4 de noviembre de 1863…». Seguían las firmas.
La seriedad del acto, el tono grave y ampuloso de Poleró pusieron a D. Jesús Delgado como quien ve visiones. No supo qué contestar; todo se le volvía hacer cortesías y balbucir gratitudes… Cuando dijo Poleró aquello de los servicios a la Instrucción pública y del florido ramo, medio se enterneció el hombre y estuvo a punto de llorar.