Y por fin saliste de la serie tenebrosa del tiempo, día 2 de Julio, el más horrible y ceñudo de los días nacidos, a pesar de decorarte con toda la gala de la luz y cielo de Madrid. Me acuerdo de que fue uno de esos días en que esta Corte parece que despide centellas de sus techos, de sus agudos pararrayos, de las regadas berroqueñas de su suelo, de los faroles de sus calles, de las vitrinas de sus tiendas y de los siempre alegres ojos de sus habitantes. Salí de mañana a dar una vuelta por el Retiro y a ver el vigoroso claro oscuro de aquellos árboles cuyo verde intenso parece que azulea, a mirar este cielo que de tan azul parece un poco verde.