Se celebró el contrato con unas cuantas copas de chartreuse falsificado que mandó traer el dueño del café, y, resuelta esta cuestión. Silvestre, Avelino y don Pelayo volvieron a ver al hombre de las patillas para preguntarle cuándo dejaba la barraca, y se pusieron de acuerdo para que el 1 de noviembre el hombre desalojase el local y comenzaran a trabajar Silvestre y Avelino. Como el proyecto llevaba una marcha triunfal, doña Rosa, la patrona, se comprometió a darles de comer a loa tres, a fiado, durante algún tiempo.