Brilló al fin la luz del día en los tejados de Londres, grandes fogatas de carbón de tierra y de leña habían ayudado a los trabajadores a pasar la fría noche del 29 al 30 de enero, y los más empeñados en su obra se interrumpieron mil veces durante su transcurso para calentarse. Solamente Athos y Porthos no suspendieron su tarea; a los primeros albores de la mañana estaba terminado el agujero.