Todo salió según el deseo de entrambos. Tan servicial y diligente se mostró el buen D. Francisco, que a los dos días de haberle visto, mi asunto estaba zanjado. Dos capones de Bayona y una docena de botellas de vino de mi propia cosecha le regalé el 4 de Octubre, día de su santo, y aún no me pareció esta fineza proporcionada al servicio que me había hecho.