Al día siguiente, Angélica, en cuanto despertó, corrió á la ventana: había dormido ocho horas, con uno de esos sueños dulces y profundos que reposan de las grandes felicidades. El cielo era purísimo; continuaba el calor, á pesar de una gran tempestad que el día anterior la había inquietado, y gritó alegremente á Hubert, que abría los postigos del piso bajo:
–¡Padre, padre, hace sol! ¡Qué contenta estoy! La procesión será muy hermosa …
Y de prisa y corriendo se vistió y bajó.
Era el 28 de Julio, día en que la procesión del Milagro recorría las calles de Beaumont.